¡No disparen contra el turista!

 En Antropología, Formación

En la librería Laie, del CCCB de Barcelona,  compré «No disparen contra el turista» del antropólogo italiano Duccio Canestrini.

Si vuestra seguridad personal os preocupa siquiera un poco, ante todo deberéis rezar por el order y la tranquilidad en los cuatro territorios del país

no disparen

Carlos tras el libro

Esta cita de un monje budista del siglo XIII, abre este peculiar libro, que aborda la relación entre la obsesión por la seguridad, la violencia y el turismo.

El libro me ha parecido provocador y bien escrito, así que lo recomiendo (especialmente a las autoridades aduaneras y fronterizas) pero también a los que quieran reflexionar sobre la naturaleza del turismo moderno. El argumento va así:

Los lugares de viaje  se están convirtiendo en fáciles objetivos de la violencia, que nos obstinamos en no entender. Cada vez más las víctimas son turistas,  «embajadores» de una antipática sociedad opulenta. Después de los caníbales y los bandoleros, los terroristas: el temor a los peligros y las asechanzas del viaje  produce un turismo vigilado, hiperprotegido. El autor se pregunta por la lógica del control de la movilidad, desde la antigua persecución de vagabundos a situaciones imaginadas por la ciencia ficción tipo Gátaka.

El autor se da cuenta de que entre las recomendaciones del gobierno de EEUU para los turistas que viajen al exterior incluyen «no aceptar comida de desconocidos», eliminando así la tradicional interacción a través de la hospitalidad. También se recomienda a los estadounidenses ocultar su origen, síntoma de la impopular imagen que se ha labrado su país por todo el planeta.

En el país desde el que escribo va en esta línea, Reino Unido, se han instalado de casi cinco millones de cámaras de vigilancia en el metro, en lugares que van desde la calle a las universidades. Sólo en el minúsculo archipiélago de las Shetland, hay más cámaras que las instaladas por ayuntamiento de San Francisco, según Wired.

Las medidas excepcionales que se activaron tras el 11-S se están convirtiendo en permanentes. Las medidas de control en los aeropuertos se hacen cada vez más rocambolescas: no llevar más de 100ml de líquido en Europa, obligar a dar los datos online para ir a EEUU, descalzarse, considerar un cortauñas como arma blanca… Rizando el rizo, el gobierno australiano abrió una línea telefónica para denunciar “actividades sospechosas” sin describir qué comportamiento es sospechoso…

Estas medidas de control, argumenta el autor, no han probado aumentar la seguridad. Identificar a todos los pasajeros con exactitud total, no ayuda contra los terroristas suicidas y no hubiera evitado el 11-S.  En cambio, estas medidas inducen el temor entre los viajeros, que ante tantas medidas, no dejan de pensar “que estamos en un estado de emergencia”.

Hay una contradicción entre la búsqueda de autenticidad, de aventura, de libertad en el viaje y el turismo organizado por grandes tour operadores, en grupo, planificado y sin sorpresas.  Por eso, el autor contrapone “el turismo vigilado y militarizado” y la “integración que ayuda a luchar contra la pobreza y las injusticias”.

El libro se puede adquirir por 10€ aquí.

evolution_da_scimmia_a_turista.res[1]

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