Menores y adolescentes en la tauromaquia y en la caza

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Los menores tienen su imagen protegida por ley, pero su educación ambiental y ética está desprotegida en algunos contextos.

Los menores tienen su imagen protegida por ley, pero su educación ambiental y ética está desprotegida en algunos contextos.

En los últimos años se viene cuestionando la asistencia de menores a actos de maltrato animal como la tauromaquia o la caza, y la influencia negativa que esto tiene en su desarrollo. En esos actos se normaliza la violencia.

Los espectáculos o tradiciones taurinas se celebran, tanto en pueblos como en ciudades, principalmente durante las fiestas populares. Los niños viven en primera persona cómo los adultos aplauden en un ambiente festivo la muerte de un animal en una plaza de toros, o ríen y disfrutan viendo correr a los adultos por las calles de los pueblos dónde se desarrollan los famosos “correbous” o “bous al carrer” (de Cataluña y Valencia especialmente). También tenemos otros ejemplos como el famoso Toro de Coria (Extremadura), en el que se le van lanzando dardos al toro mediante cerbatanas, o el Toro de Medinaceli (Soria), en el que al toro se le colocan en las astas un armazón que contienen bolas con material inflamable con capacidad para mantenerse encendido durante un tiempo prolongado. Estos dos últimos espectáculos están dotados de una singular crueldad por la forma en que son tratados estos bóvidos, y que se vienen celebrando a lo largo de todo el país con multitud de variantes.

Los especialistas en psiquiatría y psicología recomiendan que menores y adolescentes no asistan a este tipo de espectáculos. Además, la propia ONU, en la Convención de los Derechos del Niño, recomienda que menores y adolescentes sean alejados de espectáculos dónde el maltrato animal sea el principal objetivo. En España, desgraciadamente, los espectáculos con animales son prácticas que se encuentra muy arraigadas, y cuando llega la época veraniega, los propios ayuntamientos subvencionan estos actos con toros, entre los que se incluyen vaquillas para niños menores de edad.

Fotografía que aparece en el anuncio del campamento de verano en la publicación de CASTELLOFIRE. Se puede observar que estos niños no tienen siquiera los 14 años, edad mínima legal para asistir a una batida de caza (y menos aún con armas de ese calibre).

Con respecto a la caza, una normativa de carácter nacional recoge que un menor de 14 años puede acudir con adultos a este tipo de prácticas con el correspondiente permiso de caza, obtenido ante la autoridad competente. El Real Decreto 137/1993, de 29 de enero por el que se aprueba el Reglamento de Armas, establece en su art. 109, que los mayores de 14 años pueden acceder al permiso de armas de la categoría 3ª, 2, que según la página oficial de la Guardia Civil se trata de “escopetas y demás armas de fuego largas de ánima lisa”, cuyos permisos tienen vigencia hasta que se cumpla la mayoría de edad sin necesidad de realizar ninguna renovación.

La ley de caza preconstitucional de 1970 establece que “el derecho a cazar corresponde a toda persona mayor de 14 años”. Dicha ley tiene aplicación con carácter supletorio en aquellas autonomías dónde no se haya aprobado su propia ley de caza. La mayoría de comunidades autónomas autoriza la caza a partir de los 14 años, siendo la comunidad gallega la única que establece que podrán acceder al permiso de caza solo aquellas personas que hayan superado los 16 años.

No obstante, las normativas de caza y tauromaquia distan mucho de lo que establecen las normas sobre protección del menor y adolescente de las diferentes comunidades autónomas. Más aún, la propia Ley Orgánica 8/2015, de 22 de julio de modificación del sistema de protección a la infancia y a la adolescencia (que modifica la Ley Orgánica 1/1996, de 15 de enero, de Protección Jurídica del Menor), establece el “derecho del menor a que su interés superior sea prioritario”, así como también lo estableció el Comité de Naciones Unidas de los Derechos del Niño (Observación general nº 14, de 29 de mayo de 2013). Queda claro que las leyes sobre espectáculos públicos y actividades recreativas de las comunidades autónomas, a excepción de las que versan sobre caza y tauromaquia, recogen en su articulado que los menores deben tener prohibido o estar alejados de cualquier actividad, espectáculo, juego o similar en los que la violencia sea el foco principal, incluso si es a través de medios audiovisuales.

Sin embargo, nadie se rasga las vestiduras cuando niños y adolescentes acuden a un espectáculo taurino, en el que es un mero espectador, o cuando acuden a una batida de caza. Las propias instituciones ven con buenos ojos, que niños de 14 años obtengan un permiso de armas de fuego y las utilicen como si de un juego se tratara. Cabría preguntarse qué diferencia existe entre ver un espectáculo cruel en el que se maltrata a un animal, y que la muerte del animal sea causada en una actividad a la que intentan disfrazar como deporte a manos de un niño. Se debe tener en consideración que el mensaje que se está transmitiendo no es el adecuado. La infancia debe estar alejada de todo acto de violencia, ya sea a través de redes sociales, medios audiovisuales, o cualquier otro, siendo todavía más grave cuando esta violencia se produce de forma presencial, en directo y en primera persona.

El menor en una corrida de toros ve que los adultos sonríen y jalean la tortura lenta de un animal indefenso. Es justo comentar que los bóvidos son encajonados para ser transportados, y que desde que son apartados de la manada pueden haber perdido peso por no estar alimentados adecuadamente. Además, son tratados con diuréticos o laxantes para que no hagan lo propio cuando salen del toril, y su visión es monocular (solo distinguen a un metro de distancia) y ni siquiera distinguen los colores.

Permitir que los menores puedan usar armas de fuego es nefasto para su educación, además de un grave peligro.

Permitir que los menores puedan usar armas de fuego es nefasto para su educación, además de un grave peligro.

En la caza, en cambio, estos menores son los protagonistas de la muerte del animal. Cuando se cazan mamíferos, se suele reconocer a los menores como cazadores ante su primera presa. En algunas zonas de España la tradición es extraer las vísceras al trofeo y colocárselas por encima como un acto de iniciación.  No se puede obviar que el mensaje que están recibiendo es que “la violencia es buena ante un ser indefenso”, pero ¿qué sucede si esta violencia la extrapola ante un igual? A este respecto existen estudios que relacionan el maltrato animal con el maltrato interpersonal.

En la exposición de motivos de la L.O. 8/2015, en su párrafo II se recoge que “el menor tiene derecho a que, cuando se adopte una medida que le concierna, sus mejores intereses hayan sido evaluados y, en el caso de que haya otros intereses en presencia, se hayan ponderado a la hora de llegar a una solución”. Cuando se regulan leyes de caza o tauromaquia, cabe preguntarse si a la hora de evaluar los intereses se pondera realmente que el interés del menor prime sobre cualquier otro interés. La respuesta es un NO rotundo. Esta claro que detrás de estás dos actividades priman sobre todo los intereses económicos y particulares de una minoría. La única pretensión de esa minoría es buscar la continuidad de unas prácticas que pierden arraigo año tras año, tal y como muestran las estadísticas.

En los últimos meses se ha visto cómo niños menores han fallecido en batidas de caza, uno de ellos con apenas 4 años. Además, los colectivos taurinos y cinegéticos  pretenden que se ofrezcan clases para niños, incluso gratuitas o financiadas por la propia administración, para que estas prácticas perduren a lo largo del tiempo, transmitiendo un mensaje completamente nefasto. Una publicación a favor de la tauromaquia, como es La tribuna de España en un artículo en el que se defienden las escuelas taurinas y la utilidad que tienen para los menores, decía que “son un ejemplo de cómo se educa a los niños en valores fundamentales que puedan hacer de ellos personas educadas, responsables, deportistas y lejos, muy lejos de las drogas y otras adicciones”. En un conocido programa de televisión, un líder político les dijo a unos niños que la caza es buena “para que esos animalitos no se pongan enfermos”. Un niño pequeño lo puso en ridículo al contestarle que los depredadores resuelven el problema. Precisamente los depredadores también están acosados por los cazadores.

Un menor asistiendo a una corrida taurina: La insensibilidad ante el maltrato animal es mejor aprenderla de joven.

Un menor asistiendo a una corrida taurina: La insensibilidad ante el maltrato animal es mejor aprenderla de joven.

España es uno de los países que ratificó la Convención de los Derechos del Niño, y por tanto debe dar cuenta cada 5 años a esta Convención sobre aquellos temas que reconocen derechos de los menores. En 2014, en la reunión celebrada en Ginebra en la sede de Naciones Unidas, ya se expuso la gravedad de que los niños asistieran a clases de tauromaquia y a espectáculos taurinos. El Comité estableció en su informe final, su preocupación por el bienestar tanto físico como psíquico de los niños que acudían tanto a estas clases como a los espectáculos, instando a los países que ratificaron la Convención a tomar las medidas legislativas oportunas en aras de proteger la infancia ante este tipo de injerencias. Sin embargo, existe un propósito muy generalizado en algunos sectores, con el beneplácito de las instituciones, para que se siga formando a niños y niñas en este tipo de prácticas. Muchas escuelas taurinas son subvencionadas y la edad no es un impedimento para acceder a ellas, como alumnos o como meros espectadores. En Salamanca, por ejemplo, las escuelas taurinas pueden pedir subvenciones para albergar novilladas. Una novillada conlleva la subvención de 2.500 €, según las bases publicadas en el Boletín Oficial de la Provincia. Pero el despropósito todavía más abrumador es el aparecido en la página oficial del Ayuntamiento de La Llosa de Castellón, en la que anuncia que “el club de cazadores La Coloma de La Llosa, dentro de la Federación Territorial de Caza de Castellón, organiza un Campus de verano para niños y niñas de entre 6 y 12 años”.

Mientras no se cumplan los 18 años no se puede obtener el carnet de conducir, comprar bebidas alcohólicas o tabaco, entre otros. Sin embargo, sí se permite la participación de menores en actividades violentas en las que se ataca la integridad física de un animal contraviniendo toda la normativa de protección del menor con el beneplácito de instituciones y políticos a los que no les importa la educación de niños y niñas. Intentan convencernos de que este tipo de actividades educan en valores y respeto, cuando realmente dista mucho de ello. Se están destinando partidas presupuestarias para enseñar a matar animales para aquellos menores que “deseen” continuar con tradiciones anacrónicas, aunque este deseo sea en realidad el deseo de sus progenitores.

Debemos educar en valores y en el respeto, tanto a los animales como al medio ambiente. No se puede obviar que el respeto hacia los más débiles, como es nuestro entorno natural, y por ende, todo lo que le rodea, contribuirá a una mejor calidad de vida para todos. Para esos objetivos, algo elemental es que los niños y niñas estén alejados de aquellas actividades que sean violentas.

Mª Mercedes Ortolá Seguí, @LexMerche
Licenciada en Derecho
Máster en Derechos Humanos, Democracia y Justicia Internacional
Máster en Derecho Animal y Sociedad
Presidenta Asociación Abogados de Protección Animal y Medio Ambiente de la Comunidad Valenciana, APAMA-CV

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Contenido publicado orginalmente en: https://blogsostenible.wordpress.com/2019/07/03/menores-adolescentes-tauromaquia-caza-maltrato-animal/

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