Los actos individuales más ecológicos: Cada vez más gente decide no tener hijos

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Los humanos consumimos demasiados recursos La huella ecológica de traer un hijo al mundo en los países ricos es muy superior a dar la vuelta al mundo en avión. Puede que la comparación no sea afortunada, pero no es fácil hablar del daño ambiental de un retoño.

Los hijos, además de satisfacer en ocasiones el instinto parental, aportan sin duda experiencias únicas y enriquecedoras para la mayoría de las personas. Sin embargo, las motivaciones para decidir no tener hijos pueden ser muy variadas. Mientras algunos tienen hijos sin plantearse la enorme responsabilidad que ello conlleva, otros deciden no tener hijos de forma consciente y voluntaria. En nuestra sociedad (aún patriarcal), estos últimos a veces se encuentran con la incomprensión de su entorno. El estupor suele ser mayor si dicen abiertamente que no quieren tener hijos por motivos ambientales, aunque tienen sólidos argumentos avalados por la ciencia.

Decidir no tener hijos contribuye enormemente a frenar la superpoblación y los daños ambientales.Recientemente más de 15.000 científicos de 184 países han firmado un manifiesto para dejar claro que “la trayectoria actual nos llevará a la extinción” y que debemos cambiar urgentemente. Entre sus propuestas están proteger zonas naturales, evitar la extinción de especies, reducir el desperdicio de alimentos, promover dietas con menos productos animales, fomentar las renovables y otras tecnologías no contaminantes, reducir la desigualdad… y también, en un lugar destacado, reducir los índices de fertilidad.

Como personas individuales, a veces nos vemos abrumados porque no podemos incidir de forma significativa en todo eso. No obstante, cada acción cuenta y por eso es importante medir el impacto de lo que hacemos. Un informe científico lo ha medido y concluye que entre las seis mejores acciones individuales para el medioambiente están las siguientes, en este orden de importancia:

  1. Tener un hijo menos: Cada humano que viene al mundo tiene todo el impacto de todas sus acciones durante toda su vida, más el de todos sus descendientes. Por eso, esta acción es la más efectiva para reducir la degradación ambiental, ahorrando sólo en CO2 entre 23 y 117 toneladas al año (por cada año que retrasamos su nacimiento).
  2. Vivir sin coche y sin mascotas: El coche es sin duda una enorme fuente de contaminación. El informe calcula que ahorraremos entre 1 y 5.3 toneladas de CO2 al año, dependiendo de la cantidad y tipo de uso que le demos al coche. Por su parte, otro informe concluye que un perro mediano consume más recursos naturales que un 4×4, y un gato lo mismo que un utilitario. Esos datos sólo cuentan la alimentación del animal y el mantenimiento anual del vehículo (no otros gastos, como su fabricación).
  3. Dejar de volar: Los aviones contaminan muchísimo más que el coche, pero también se usan menos. Podemos ahorrar hasta 2.8 toneladas de CO2 por cada viaje (no por año, aunque puede ser menos en viajes cortos).
  4. Comprar energía renovable: Esto es posible en toda Europa, pero mucha gente no se cambia de compañía por comodidad, ignorando que es muy sencillo y muy seguro. Con esto podemos dejar de emitir hasta 2.5 toneladas de CO2 al año.Consumo de agua de la dieta vegana, vegetariana y carnívora.
  5. Tener una dieta principalmente vegana: Aunque uno no sea estrictamente vegano, reducir el consumo de carne y pescado en la dieta puede suponer ahorrar hasta 1.6 toneladas de CO2 al año, además de la tranquilidad de generar menos sufrimiento animal y de presionar menos los ecosistemas naturales.
  6. Usar coche eléctrico o compartido: Usar coche no es fácilmente sostenible (sea el coche que sea), pero usándolo con sensatez y austeridad, podemos ahorrar hasta 1.1 tonelada de CO2 al año.

La lista continúa con otras acciones menos decisivas, tales como instalar paneles solares en casa, comprar productos eficientes, evitar el despilfarro de comida, reducir el consumo en general, reciclar, comer productos locales, ahorrar agua, evitar transportes innecesarios, compostar la basura, difundir la conciencia ambiental, etc. y otras cosas como las que propone nuestra Cadena Verde.

Las comparaciones son, a veces, sorprendentes. Por ejemplo, aunque defendemos el reciclaje de forma taxativa, es bueno saber que dejar de tener un hijo es unas 400 veces mejor que reciclar y una dieta vegana es al menos cuatro veces más efectiva que reciclar y ocho veces mejor que cambiar las bombillas por otras más eficientes. Y eso sólo desde el punto de vista del CO2, sin tener en cuenta otros factores, como antes hemos dicho.

En un artículo de Javier Rico (Ballena Blanca 12, 2017) una pareja le confesaba que: “El mejor regalo que le podemos hacer a nuestro hijo es no traerle a este mundo tan deteriorado; (…) lo consideramos irresponsable para el crío y para el planeta“. Aunque decidir no tener hijos es algo personal, los datos dicen que la natalidad baja en cuanto aumenta la cultura y la igualdad entre hombres y mujeres. O sea, cultura e igualdad no son sólo cuestión de inteligencia y justicia, sino que son importantes para el medio ambiente.

El actor José Coronado declaró en una entrevista: “Le digo una cosa: si tuviese otra vida no tendría hijos. Se lo digo así de categórico. Creo que lo piensa el 99% de los padres. Pero no es políticamente correcto decirlo“. Por otro lado, la actriz Clara Lago nos hablaba en nuestra entrevista de la importancia de ser veganos y recalcaba que “como consumidores, tenemos que ser conscientes del poder que tenemos”.

Es evidente que el inmenso deterioro ambiental tiene muchas causas, pero también está fuera de toda duda que cuantos más humanos habiten el planeta, más complicado será alcanzar la sostenibilidad. Por supuesto, el problema no es traer hijos al mundo, sino traerlos en una sociedad insostenible y enseñarles a vivir de forma insostenible. Por eso, tenemos que alegrarnos cuando bajan los índices de natalidad. Preocuparse por la ausencia de jóvenes (con el burdo argumento del sostenimiento de las pensiones o del envejecimiento poblacional) se ha demostrado que es absurdo y xenófobo.

Igual que no podemos poner “precio” a lo que vale un hijo, tampoco podemos medir su “huella ambiental”, pero ya que podemos decir que un hijo vale mucho, también podemos decir que su impacto ambiental es muy alto. Aunque no se hable de esto, no deja de ser cierto.

Más información:

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Contenido publicado orginalmente en: https://blogsostenible.wordpress.com/2018/01/20/actos-individuales-ecologicos-decidir-no-tener-hijos-superpoblacion/

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