Las dos lecturas de “El jardín de las delicias” de El Bosco
El rey Felipe II mandó construir el monasterio de El Escorial (Madrid) incluyendo el panteón real, donde están sus restos y los de muchos reyes españoles. Estando muy enfermo y viendo cerca su final (era Junio de 1598) decidió trasladarse a El Escorial, donde pasó sus últimos días. El rey pidió estar cerca de dos ayudas que facilitaran su tránsito. Por una parte, las miles de reliquias que había atesorado en El Escorial, incluyendo huesos o extremidades de casi todos los santos, cabellos de Jesús y María y astillas de la cruz. Por otra parte, el rey mandó que le trajeran a su aposento algunos cuadros para orar ante ellos. Entre esos cuadros se dice que el rey exigió traer uno de sus tesoros más preciados y más extraños, El jardín de las delicias del pintor flamenco El Bosco (1450-1516), situado ahora en el Museo del Prado de Madrid.
Felipe II copiaba así a su padre Carlos I, quien mandó que le llevasen otro cuadro, el de La Gloria de Tiziano, el cual tuvo que viajar al monasterio de Yuste donde se retiró tras abdicar (unos tres años antes de morir). Pero el cuadro de Tiziano, que también está en El Prado, es comprensible que lo quisiera tener cerca, pues lo mandó pintar él mismo y representa el paraíso abriéndose para recibirlo. Carlos I aparece en ese cuadro de rodillas ataviado solo con una túnica blanca y dejando su corona abandonada a sus pies. El rey meditaba largo tiempo mirándose entrar en la Gloria, como si el cuadro fuese una llave para tan decisivo tránsito.
Un cuadro para meditar
El cuadro que escogió Felipe II era mucho más misterioso y había sido criticado por la multitud de cuerpos desnudos disfrutando en un paraíso de animales y frutas exóticas. Felipe II era un gran admirador de El Bosco y tenía muchos de sus cuadros. ¿Por qué un rey católico escogió un cuadro tan extraño para meditar al acercarse su muerte?
El tríptico de El jardín de las delicias es una obra supuestamente moralizante que podemos dividir en 4 partes. Todas transmiten la sensación de que cada vez que nos fijamos vemos nuevos detalles:
- La creación del mundo: Cerrando el tríptico como si fuera un armario, vemos una esfera de cristal y dentro una isla mágica que surge de la nada. Encima vemos a Dios y unas palabras en latín evocando la creación divina.
- El Paraíso: Abierto (que es como está expuesto en el Museo del Prado), vemos a la izquierda un paisaje idílico donde se ven tres personas en primer plano. Es fácil identificarlas como Adán y Eva y, entre ellos y vestido, Dios. Suele decirse que ahí no encontramos más humanos, pero una mirada atenta permite encontrar uno más sobre el elefante (aunque podría ser un mono). Vemos también multitud de animales y plantas reales e imaginarios (jirafa, unicornio, conejo, oso… un drago, un gato que acaba de atrapar un ratón, multitud de patos y aves de todo tipo, incluyendo una lechuza en el centro exacto).
- El jardín de las delicias: La obra central incluye muchos símbolos eróticos de la jerga neerlandesa de la época del pintor. Lo más llamativo es la profusión de cuerpos desnudos y animales muy variados, algunos gigantescos y otros mitológicos, junto con frutas descomunales. Aquí todos parecen divertirse.
- El Infierno: Usando colores más oscuros, representa edificios ardiendo y personas sufriendo variadas torturas. Por ejemplo, convirtiendo una presa en cazador: un conejo cuelga a una persona al revés mientras parecen estallar sus entrañas, tal vez de un balazo. Hay instrumentos musicales gigantes que se usan como instrumentos de tortura (un laúd, un arpa, una zanfona, un tambor…). Un monstruo con cabeza de pájaro engulle personas para defecarlas en un pozo, donde también vomita un supuesto comilón (pecador de gula).
Las dos interpretaciones de un cuadro único
Varios siglos antes de pintarse esa obra maestra, Fray Joaquín de Fiore (1135-1202) fue un visionario que vaticinó la llegada del Reino milenario, un periodo de mil años durante los cuales Jesús tomaría el control de nuestro destino. El Reino milenario es el nombre más antiguo de este cuadro de El Bosco y refleja lo que el monje esperaba que ocurriera en el mundo. Según este visionario, la Historia puede interpretarse de dos formas y así lo refleja el tríptico de El Bosco:
- Interpretando el tríptico de izquierda a derecha (camino de la advertencia), vemos, como hemos dicho, la creación del hombre y de la mujer y el paraíso terrenal. Luego viene la multiplicación de la humanidad y la corrupción del pecado de la carne. Finalmente, a la derecha, vemos el castigo con los horrores del infierno. Es la interpretación clásica y simple, aunque hay cosas que no encajan bien en ella.
- Interpretando el tríptico de derecha a izquierda (camino de la profecía), vemos primero el mundo actual, donde predominan las obras humanas y sin apenas nada natural. Además, esas obras se han vuelto contra el hombre, por lo que se ve sufrimiento y horrores. Luego, pasamos al panel central en el que el mundo se recupera. Vemos agua y comida en abundancia, y la humanidad se ha convertido en una comunidad alegre y ordenada. De hecho, mirando con detalle el panel central, no se ven pecados, sino calma y paz en un mundo futuro, cuando el humano evolucione. Tras ese estado evolucionado, lo siguiente es el Paraíso, donde en el cielo los humanos estarán con Jesús (porque de hecho, esa figura es Jesús, y si fuera la creación no tendría sentido que apareciera Jesús pues aún no habría nacido).
En tiempos de El Bosco, la visión de Fray Joaquín de Fiore se había extendido y aumentaba la gente que veía en la Iglesia una institución más opresora que espiritual, con la Inquisición como elemento disuasorio para cualquiera que se atreviera a contradecir sus enseñanzas. Según algunos, El jardín de las delicias fue una obra encargada por los Hermanos del Espíritu Libre (o adamitas), para poder meditar sobre el origen y el destino. Los adamitas creían que el pecado no existía por el hecho de ser todos hijos de Adán, tenían ritos que realizaban desnudos y fueron perseguidos por la Iglesia.
Un obra con muchos misterios
Las lechuzas son aves que ven en la oscuridad y al menos en la obra hay pintadas tres. Algunos dicen que son seres psicopompos (seres que conducen las almas al más allá) o cerraduras para acceder a la clarividencia.
Aún hoy son muchos los misterios que encierra esta obra. Por ejemplo, ¿quién es el único personaje vestido que aparece en la esquina inferior derecha de la tabla central? ¿Tal vez el mecenas que le encargó la obra?
Más allá del posible sentido trascendental de esta obra maestra, El Bosco parece querer decir que aquí, en la Tierra, podemos construir un paraíso (o vivir en el paraíso que es la Tierra si no la destruimos). El Bosco quiere decirnos que somos los humanos los que decidimos si queremos vivir aquí y ahora en un infierno o si preferimos hacer que esto sea un paraíso. Este planeta tiene recursos suficientes para que todos vivamos bien, pero todas esas riquezas pueden ser insuficientes para saciar una ambición desmedida de un puñado de avariciosos.
¿Queremos estar en el lado de los que hacen el paraíso y la felicidad o en el lado de los ambiciosos amargados deseosos de conseguir más y más?
Más información:
- Javier Sierra: “El maestro del Prado y las pinturas proféticas”, 2013 (obra que inspiró este artículo).
- Actitud Positiva ante la Vida y su Influencia en el Éxito y la Felicidad.
- Simplificando la Vida, para ser como niños: Tantra, Yoga, y Ecologismo.
- Cinco cosas muy sencillas que están mejorando mucho el mundo: ¿Te unes?
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