La economía circular o el final de los negocios tal y como los conocemos
Ya hemos comentado en muchas ocasiones lo insostenible del modelo lineal imperante de fabricar – usar – tirar. Esta manera de entender la vida debe ser desterrada, y gobiernos, empresas y ciudadanos de todo el mundo debemos abrazar alternativas que nos permitan seguir avanzando de manera sostenible.
La economía circular aparece como uno de los pocos modelos de crecimiento viables y escalables que pueden mejorar radicalmente la productividad de los recursos para invertir estas tendencias y, al mismo tiempo, fomentar la innovación y la creación de puestos de trabajo.
Y, además, tiene el potencial de transformar la dinámica de la competitividad y conceder una ventaja competitiva real a quienes se muevan con la rapidez precisa
Si ponemos el caso de la Unión Europea, por ejemplo, se estima que un aumento del 1% en la eficiencia de los recursos equivaldría a 23.000 millones de euros para las empresas y permitiría crear 200.000 empleos
En esencia, la economía circular consiste en crear nuevas cadenas de valor en las que el crecimiento no dependa del uso de recursos que no se pueden recuperar para usarlos de forma cíclica.
Como hemos visto, este objetivo se puede alcanzar de varias formas. Por ejemplo, fomentando a nivel empresarial el uso de recursos duraderos para romper el vínculo entre escasez y actividad económica, empleando únicamente recursos que se puedan reutilizar, reprocesar o renovar de manera continua para que sigan siendo productivos (como energías renovables, materiales biológicos o productos reciclados/reciclables).
Otra opción puede ser crear más liquidez en los mercados mediante productos y activos que sean más accesibles y fáciles de compartir entre los usuarios, eliminando tiempos de inactividad y aumentando el número de personas que se benefician de un cierto volumen de productos.
También podría crear cadenas de valor interconectadas en las que se recuperen los residuos para volver a utilizarlos en un nuevo proceso de producción, o simplemente prolongar el ciclo de vida útil de los productos existentes.
Los que seguís desde hace tiempo ecointeligencia sabéis que este objetivo que persiguen estas cadenas de valor circulares no es nada nuevo. Muchos de los conceptos en los que se basa la economía circular, como pueden ser Cradle to Cradle, la ecología industrial o la biomímesis, son cosas de ya hace varias décadas.
Lo que favorece la adopción generalizada de la economía circular en este momento es la existencia de nuevas tecnologías que permiten el cambio a gran escala, algo que hubiera sido imposible hace solo una década.
Hablamos, además, de un cambio rápido y a escala, propiciado por esa irrupción de las tecnologías digitales como un fenómeno económico al alza en todo el mundo. Muchas empresas han realizado grandes progresos en la adopción de tecnologías digitales, lo que les ha permitido mejorar diversos aspectos de sus actividades.
En realidad, este cambio apenas alcanza lo más superficial de lo que es posible, si tenemos en cuenta que las empresas también pueden utilizar, por ejemplo, las redes sociales, canales móviles y las comunicaciones máquina-máquina (M2M) para interactuar con el mercado y los productos con el fin de analizar y optimizar las cadenas de valor y aportar más valor a los clientes.
Consideremos lo nos propone Internet de las Cosas (IoT) al conectar los productos físicos a la red digital. Eso hace posible el acceso y el control a distancia, así como el acceso instantáneo a información sobre el estado y la posición de los productos sin necesidad de ningún trabajo manual.
También los costes se reducen de forma considerable, ya que es posible prestar servicios solo cuando se necesita y en los productos que lo necesitan. Los usuarios pueden acceder a los productos sin interactuar con ninguna persona, mientras que los productos pueden hablar entre ellos mediante comunicaciones M2M que, entre otras cosas, permiten la gestión automática de sistemas de productos o componentes.
Cuando los costes son más bajos y la información disponible aumenta (y la actividad económica no depende del uso de recursos escasos), se minimiza la necesidad de una infraestructura de organización centralizada a gran escala
Eso permite diseñar nuevos modelos de negocio que, en lugar de basarse en grandes inventarios de productos homogéneos que se distribuyen y venden de manera centralizada, pueden estar centrados en el cliente y en el uso de los productos.
A diferencia de los recursos lineales (petróleo, metales y minerales), los recursos circulares empleados en la producción también tienden a ser de origen local (energías renovables, biomasa y residuos), lo que favorece aún más los modelos de negocio descentralizados con cadenas locales de producción, consumo y retorno.
En este nuevo entorno, el coste unitario de los recursos no es un factor tan decisivo, puesto que empresas y clientes pueden usar lo que ya está en el mercado en lugar de utilizar más recursos para fabricar nuevos productos.
Como vemos, la prioridad ya no es producir cosas con recursos por explotar, sino facilitar la transferencia de productos entre los usuarios y transformar productos usados en otros nuevos.
¡Todo un cambio de paradigma y un desafío para lo establecido!
Si te ha gustado lo que acabas de leer, puedes ampliar esta información sobre la economía circular y su impacto en los negocios en el informe realizado por Accenture titulado La Ventaja Circular y disponible en nuestro fondo documental ecointeligente.
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Fuente original: https://www.ecointeligencia.com/2017/12/economia-circular-negocios/