El pico del petróleo y el de la sensatez
La cantidad de energía disponible puede usarse para medir nuestro potencial para degradar el medioambiente. Es cierto que el ser humano puede usar la energía para fines “sostenibles”, pero la Historia demuestra que gran porcentaje de la energía se usa exclusivamente para aumentar nuestra comodidad a costa la degradación ambiental: extraer más recursos, cambio climático, etc. Esto se aprecia, por ejemplo, en el llamado efecto rebote de la eficiencia energética, según el cual la eficiencia es buena si el ahorro que obtenemos se emplea bien, pero desgraciadamente no ocurre así normalmente. Así pues, aunque la eficiencia es un buen objetivo, lo urgente es una transición energética hacia las renovables.
El pico del petróleo, o peak oil, “es el momento en el que la producción de petróleo llega a su máximo alcanzable y a partir de ahí comienza a declinar”. En un recurso no renovable y estratégico como el petróleo esto influye en toda la humanidad. Algunas fuentes dicen que podría haberse alcanzado en 2015 (el petróleo “barato” posterior se debió, por ejemplo, a nuevas formas de extraer petróleo de peor calidad y mucho más contaminantes, como el fracking o las arenas bituminosas que tan duramente criticó Naomi Klein).
Por similitud, podríamos llamar pico de la sensatez, o peak senses, al momento en el que la sensatez humana alcanza su máximo. Por desgracia, aún estamos muy lejos de ese momento. La buena noticia es que hay margen para el crecimiento de la sensatez. La mala noticia es que las inversiones en esta cartera se devalúan, pues el mercado tiende a mirar más la liquidez, que la sensatez.
No valen soluciones simples, como promover el coche eléctrico o esperar que las renovables nos permitan el mismo nivel de despilfarro. El coche eléctrico será bienvenido si cumple unas condiciones básicas. Y respecto a las renovables, sabemos que no hacen milagros aunque contaminen mil veces menos. Pensemos, por ejemplo, que muchas fases de las renovables usan aún energías fósiles (extracción de materiales, fabricación, transporte…). Además, las renovables requieren la extracción de materias primas y la fabricación de componentes electrónicos, todo lo cual tiene fuerte impacto ambiental. Ese impacto ambiental es menor en las energías renovables de accionamiento directo, sin electricidad, lo cual no debemos olvidar.
Por tanto, la transición a un modelo energético renovable es un paso fundamental y muy urgente, pero solo eso, es absolutamente insuficiente. La auténtica solución obligaría a hacer “cambios radicales” que pueden ser más incómodos de lo que quisiéramos. Ahora bien, si nuestra sociedad no se levanta en masa ni para pedir con contundencia un modelo energético limpio en contaminación y en corrupción… ¿cómo vamos a esperar que el pueblo exija esos cambios radicales que pueden ser incómodos aunque necesarios? Es preciso que los políticos escuchen a los científicos y les den voz en política para alcanzar una solución urgente.
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