Homo viator. El viaje y el camino
de Gustavo Bueno.
Prólogo a Pedro Pisa (2000) Caminos Reales de Asturias. Pentalfa.
Las ideas de viaje y de camino son ideas genuinamente antropológicas: ni los planetas, ni las plantas, ni siquiera los animales, ni los grandes simios, ni los homínidos, viajan, salvo por metáfora; ni tienen caminos, sino órbitas, trayectorias, rutas o rutinas. Por otra parte, viaje y camino son indisociables, como lo son el andar y el suelo en el que se apoya un pie después del otro. El viaje y el camino se reducen al círculo del ser humano. Y el hombre, en la medida en que viaja por caminos, o vías, recibe la denominación de homo viator (así como el hombre, en la medida en que ríe, recibe el nombre de homo ridens, en la medida en que habla, el nombre de homo loquens, y en la medida en que construye con sus manos, el nombre de homo faber). Lo que ya no es tan fácil es determinar el alcance que hay que conceder a estas extrañas «sinecdoques connotativas» que parecen insistir siempre en tomar la parte por el todo. Porque si el hombre no está siempre riendo, ni hablando, ni fabricando, ni viajando, ¿por qué entonces tomar una parte de su connotación para definir el todo? ¿Acaso porque, aunque se trate de una parte, ésta expresa el todo de un modo muy notorio o repercute en todas las demás partes? No parecerá enteramente fuera de lugar que intentemos determinar, en el umbral de un libro sobre caminos, sobre vías, qué pueda significar la visión del hombre, en general, como homo viator.
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